Puede ser fin de
1958 o quizás de 1959. Vaya uno a recordar exactamente.
Lo que hoy, casi
con seguridad debe ser una zona poblada, por aquellos años era campo, algún
pequeño bañado, pastizal. Lugar muy próximo a Guadalupe. Un poco más allá de
donde hacíamos campamento en las maniobras, próximo al Regimiento 3 de
Artillería Antiaérea ¿se acuerdan?.
Por aquellos
lugares ese día domingo se me ocurrió tomar mi rifle de aire comprimido e ir de
“cacería”.
Tené cuidado, no
tardés, etc. – las recomendaciones habituales fueron repetidas una vez más, -
si mamá, vuelvo en un ratito. Y allí partí, más que nada para saciar mi sed de
pequeño aventurero. Desde mi casa debían ser muchas cuadras, no sé bien, quizás
treinta, cuarenta, las suficientes para que por mi imaginación pareciera una
excursión a zonas inexploradas.
Llegado a lo que llamábamos
los pibes del barrio “El monte zapatero”, se clavó en mi pié izquierdo próximo
al tobillo por la cara interna una espina de considerable tamaño, que me
provocó intenso dolor. Así que ahí nomás emprendí el camino de regreso a mi
casa.
Mi pié se
presentaba muy hinchado, mis padres me llevaron al médico, que estaba en la
esquina de mi casa, me curó y me encomendó: -Panchito, me supongo que tenés que
volver al Liceo, se puede hinchar un poco más, así que te diría que te vayas
enseguida y concurras a la enfermería. Era el Doctor Conde, médico militar ¿se
acuerdan de él? – bella persona.
Así fue que mi
domingo tuvo un final inesperado y de regreso rápido al Liceo. Allí fui a la
enfermería. Serían poco más de las seis de la tarde, aún no había nadie. Me
observaron, vieron que tenía una curación hecha y me dejaron internado. Aún
faltaba la peor parte que era la reprimenda de mi hermano mayor, el
Subteniente, el Negro, que no se había enterado de lo sucedido porque el
domingo era para su novia.
A eso de las
nueve de la noche se apersonó en la enfermería mi hermano.-Pero vos sí que sos
un pel……-Qué tenés que andar haciendo un domingo en el monte zapatero, sabiendo
que a la noche tenés que volver al Liceo?!
Te das cuenta que
vas a perder clases y quizás hasta las maniobras, que son en ésta semana?! –
Dios te escuche! - pensaba para mis
adentros.
-Te quiero
aclarar, mocoso de tal por cual que no te hagás ilusiones que podés safar de
las maniobras, porque yo me voy a encargar que aunque sea saltando en una pata
vayas de maniobras- Sonamos, me dije para mí. Si el Negro lo dice, lo hace.
Porque era buenito con todos, pero a mí me tenía cortito.
Y así fue. Creo
que al otro día o a los dos días salimos de maniobras. Me resultaba un infierno
colocarme los borcegos. ¿Quién podía estar controlando si iba? – Si, acertaron:
Mi hermano. – Mariquita, dejate de renguear que acá no te ve la vieja- me
espetó.-Siempre en silencio, pero para mis adentros me decía-Ya vas a ver
cuando pasen las maniobras con mamá…Ahí te quiero ver! –Arrugás lindo, Héctor José,
ja,ja. Quien ríe último….
A mitad de camino
no podía más. Ahí vino, creo que Faustino Svencionis, que se desplazaba a
caballo. Se apeó y me hizo subir a mí. Nunca había subido a un animal de esos.
Así que al dolor de pié debí sumar el de asentaderas, pero llegamos.
Armar el vivac, etc.
No me salvé de nada. Pero a decir verdad ya podía caminar bien, mi pié no era
el del domingo.
Llegó la noche,
luego de la frugal cena, un corneta tocó silencio, pero en las carpas el
cuchicheo seguía. Mi carpa estaba al lado del camino asfaltado. Se acerca un
amigo mío de la octava promoción,¿se acuerdan de Fiorenza?, me tienta: - Negro,
mirá hay varios que se rajan. Entre la hilera de carpas y el asfalto a tan solo
unos pocos metros había una cuneta profunda por la cual era fácil escabullirse
sin ser vistos.- No querés que vayamos a tu casa? Nos traemos algo para morfar…
y yo que tengo el quiero fácil, me acordé de las tortas que solía hacer mi
mamá, y allá fuimos, cruzamos todo guadalupe vestidos de fajina y llegamos a mi
casa para sorpresa de mis padres que no sabían si alegrarse de ver mi pié bien
o pegarme un reto. Esto último no podían mucho por la presencia de mi amigo,
pero mi papá no se quedó con las ganas y nos hizo saber a ambos de lo grave que
era la chiquilinada que estábamos haciendo.
Cenamos en mi
casa y mi mamá nos envolvió una torta para que lleváramos….
Nuevamente la
aventura de llegar sin ser vistos.
Mi sorpresa fue
al otro día que lo veo llegar a mi hermano al vivac. Me llamó aparte y me dijo
todo lo imaginable, pero lo peor de todo para él era que había llevado la torta
que mi mamá había hecho para él!!!