Queridos Noveneros amigos.
Próximos a un nuevo Aniversario, les adjunto palabras pronunciadas por mí en el Aniversario de la Batalla de Tucumán del año pasado 2014, en el Acto celebratorio llevado a cabo por el Instituto Nacional Belgraniano en el Regimiento de Infantería I "Patricios", sede del Instituto del que formo parte como miembro de Número.
ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE
TUCUMAN (24 set 2014)
SEÑOR PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO.
SEÑORES REPRESENTANTES DE AUTORIDADES NACIONALES.
SEÑORES ACADEMICOS MIEMBROS DE NÚMERO DEL I.N.B.
SEÑORES REPRESENTANTES DE LAS FFAA, FFSS Y POLICIALES.
INVITADOS ESPECIALES.
SEÑORAS Y SEÑORES.
Nuestra Patria conmemora
hoy uno de los hechos más trascendentes y venturosos de nuestra historia
política y militar: la Batalla de Tucumán.
Batalla notable,
batalla que no debería haberse dado, pero que se produce por desobediencias de
ambos bandos, batalla de improvisaciones y confusiones.
Recordemos que nuestro
General tenía órdenes de levantar la fábrica de fusiles de Tucumán y replegarse
hasta Córdoba, en tanto que el General Pío Tristán, de haber actuado
prudentemente, habría instalado su Cuartel General en la entrada de la Quebrada
de Humahuaca, pero llevado por su entusiasmo siguió a Jujuy y como si ésto
fuera poco continuó a Salta, donde una vez más, la prudencia le hubiera
aconsejado mantener sus avanzadas, pero no fue así; Tristán abusaría de su
buena suerte, y de su parentesco con Goyeneche.
Nuestra gloriosa
Revolución de Mayo, en alas de sus armas bisoñas, pero de cuño heroico; llegó
hasta los confines del virreinato, donde por mala fe del enemigo, o por
impericia de los nuestros, sufrió el descalabro que obligó a emprender el
regreso hacia los bastiones originarios de Jujuy y Salta.
Lo que sería luego, la
victoria de las armas de la Patria fue fruto del esfuerzo denodado de las
menguadas tropas del Ejército de Línea, reforzadas por los “Decididos” cuerpo
organizado por el General Belgrano, y además, por hombres que emigraban de
Jujuy, y por piquetes de Tucumán, Salta y Santiago del Estero.
Es digno exaltar el
sacrificio del pueblo jujeño y de los pueblos en el camino a Tucumán, que entregaron
todo, incluso sus propias vidas a los intereses de la Patria. Los hechos del 23
de agosto de 1812; me refiero al éxodo jujeño; constituyeron el preámbulo de la
victoria de Tucumán.
Belgrano podía haberse
hecho fuerte en Jujuy y presentar batalla, pero el resultado final le era
incierto. Más le convenía; de acuerdo con lo ordenado por el gobierno;
replegarse al sur, debilitando al enemigo con una marcha interminable a través
de zonas devastadas.
La retirada se hizo
cada vez más difícil debido al constante acoso de las avanzadas realistas, con
las consecuencias de todo tipo que ello trajo aparejado al ejército patrio; sin
tregua ni descanso y desprovisto de víveres; pero ésto lo suplía la fortaleza
de alma del General Belgrano, quien aún afrontando los mayores peligros
alentaba a los que flaqueaban, se imponía ante los que podían presentar signos
de cobardía y estimulaba a los más valientes.
El 3 de septiembre a
la altura del río de Las Piedras, los
Decididos son atacados por la vanguardia adversaria. Belgrano que espera
una chance favorable, despliega su ejército en la margen del río haciendo abrir
el fuego de artillería, lo que hace retroceder a los realistas de la avanzada.
Los patriotas
persiguen a los españoles, tomando prisioneros y matando algunos combatientes.
Una partida de paisanos al mando del Capitán Figueroa logra apresar al Jefe,
Coronel Huici, al portaestandartes y al capellán.
La victoria de Las
Piedras tuvo tal repercusión favorable en los alicaídos ánimos del ejército
patrio, que merecería su inclusión en la letra del himno nacional.
Antes de su arribo a
Tucumán nuestro General destaca a Juan Ramón Balcarce con la orden de convocar
a las milicias para así reclutar un cuerpo de caballería. Sin más armas que
unas lanzas improvisadas, Balcarce organiza una fuerza de 400 hombres, punto de
partida de la caballería gaucha que hará su aparición por primera vez en una
batalla campal, allí en Tucumán.
Durante su marcha,
Belgrano recibe una vez más la orden perentoria del Triunvirato de continuar
retirándose hasta Córdoba, lo que; de ser hecho; hubiera dejado libradas a su suerte a las
provincias del noroeste.
Nuestro General
contesta que presentará batalla porque lo considera indispensable. En virtud de
ello, requiere la ayuda del pueblo de Tucumán y la recibe a través del esfuerzo
de tradicionales familias quienes ofrecen el doble de lo solicitado para que
nuestro ejército los protegiera en circunstancias tan dramáticas.
En consideración a la
situación política y militar y a que los tucumanos estaban dispuestos a morir
antes que a entregar su tierra, Belgrano resuelve permanecer en Tucumán, lo que
sin dudas iría a salvar la Revolución; ya gravemente comprometida por la
ocupación de Salta.
No sólo no era ayudado
materialmente, ni siquiera le era brindado el necesario apoyo moral. Al contrario;
era amenazado con graves cargos de responsabilidad. Pero como ya lo expresaba
Cervantes, la acción esforzada es propia de los seres superiores.
El General Belgrano
era uno de ellos.
Estos hechos
trascendentales de nuestra historia están documentados en el proceso llevado a
cabo contra el Triunvirato, después de la Revolución de 1812. Allí consta que
en horario totalmente fuera de despacho, Rivadavia mandó a firmar la orden que
le dirigiera a Belgrano, a la casa particular de cada uno de los triunviros.
Pueyrredón la firma de
inmediato, pero Chiclana contestó por escrito que ordenar la retirada en esa
situación, era lo mismo que entregar el ejército patrio al enemigo.
Llega el 24 de
septiembre y con el; las armas del Rey de España a la noble Tucumán, punto más
austral al que habrían de llegar los ejércitos realistas del Perú en toda la
guerra de la independencia, y por única e inolvidable vez.
La confrontación no
involucrará solamente su expresión física: la fuerza, el empeño, las
habilidades y destrezas de los combatientes, sino que implicará también las
personalidades y el carácter de sus comandantes.
Cuantas enseñanzas nos
dejará la batalla de Tucumán al observar las actitudes de sus comandantes.
Pío Tristán, no
intimidado por el resultado de Las Piedras, procura finalizar su excursión militar
con una victoria campal.
¡Cómo no habría de
triunfar con un ejército de 3000 hombres, que bajaba victorioso desde Huaqui
con regimientos como el Real de Lima, el de Fernando VII, el de Arequipa, el de
Abancay y los de Tinta, Paruro, Cochabamba, Chichas y Tarija!
El ejército patrio
estaba conformado por dos alas de caballería, la derecha al mando de Juan Ramón
Balcarce, la izquierda del Comandante Bernaldes Palledo, ambas alas armadas de
lazos, cuchillos, puñales y boleadoras. La infantería; en el centro del ataque;
comandada por el Capitán Forest y los Comandantes Warnes y Superí. La reserva
al mando de Moldes y Dorrego que eran de los pocos militares de escuela de
aquella época.
La artillería, estaba comandada
por el Barón de Holmberg, uno de los consejeros del General Belgrano.
La caballería española
huyó ante el ataque de la caballería gaucha que dando espantosos alaridos y
golpeando sus guardamontes producían un ruido impresionante en el fragor de la
batalla. La infantería realista, al ver descubierto uno de sus flancos, se
desordenó por completo, dando así lugar al avance de la infantería patriota.
Contribuyó al pánico
de los españoles un fuerte viento proveniente del sur levantando gran cantidad
de polvo, sumado ello a una manga de langostas que oscureció por completo el
cielo, y que, escapando del viento, se lanzaban en picada haciendo secos
impactos en los rostros y en el cuerpo de los combatientes lo que les hizo
suponer que estaban recibiendo impactos de bala.
Batiéndose en retirada
el ejército español; apareció a la cabeza de la caballería patriota el Coronel
Balcarce dando vivas a la patria en señal de triunfo.
Mientras tanto los
españoles habían triunfado en su ala derecha, lo que dió lugar a una gran
confusión sobre el resultado final de la lucha. Ensoberbecido por la victoria
de su ala derecha Tristán intima rendición de la plaza de Tucumán, amenazando
con prender fuego a la ciudad si no se rendía, en cambio, si así lo hicieran el
ejército se retiraría con los honores de guerra.
Damos por recordada la
respuesta de Diaz Vélez.
Tristán rearma su ejército
a una legua del campo de las carreras y presenta nuevamente combate. Ante ello,
los criollos se repliegan hacia Tucumán al mando de Dorrego y Diaz Vélez
llevando a cabo una maniobra de gran
valor táctico, que aseguró el triunfo patriota.
El día 26 el resto del
ejército godo emprendía camino hacia Salta; lugar éste; donde le esperaría la
derrota definitiva.
Ante la victoria de
Tucumán, Salta se subleva en armas al mando del General Alvarez de Arenales,
las vanguardias de Belgrano ingresaban en las tierras de Güemes al mando de
Diaz Velez y otras llegaban hasta Jujuy al mando del Capitán Zelaya. Desde
entonces Tucumán fue llamada el sepulcro de la tiranía.
Es la batalla
providencial de nuestra historia. Debido a esta gloriosa batalla y a sus
trascendentales consecuencias, la Revolución de Mayo fue el único movimiento
emancipador nunca vencido en las Américas.
Si nuestro general
hubiera obedecido las órdenes del gobierno central, podía haberse perdido todo
el norte argentino como se perdió el Alto Perú, y los españoles valiéndose de la
desmoralización de las provincias, hubiesen podido formar un ejército aún mayor
y llegar a Buenos Aires, con lo cual la empresa Sanmartiniana no hubiera podido
ser llevada a cabo.
Gloria eterna a los vencedores de Tucumán, Gloria eterna a
éste gran Padre de nuestra Patria, el General Don Manuel Belgrano.
Muchas Gracias.-