Terminó el mundial.
¿Terminó? No lo sé, no parece; los ecos continúan. Hasta cuándo continuarán?-
Conversación de amigos Noveneros en un lugar de Pompeya, calle Ventura de la Vega.
Solitarios tres amigos de muchos años, que se conocen mucho entre ellos, que
atravesaron experiencias de lo más diversas en los distintos ámbitos en que
actuaron. Supieron salir airosos en algunas, victoriosos y aplaudidos en otras.
Pero nunca conocieron las vandalidades que puede dejar un festejo.
Se preguntan entre
ellos qué sociólogo, psiquiatra, profesional que estudie el fenómeno de las
masas, de los descontentos, de la falta de realización de algunos sectores
puede explicar lo que pasó en el obelisco la noche del 13 de junio cuando
nuestra selección se coronó exitosamente subcampeona del mundo.
Allí concurrieron
padres con sus hijos enarbolando banderas argentinas, cubiertos con la camiseta
del seleccionado, novias, amigos contentos luego del sufrimiento del partido
contra Alemania, reconociendo el gran esfuerzo
de éstos futbolistas profesionales argentinos destacados en todo el mundo.
Qué pasa por la cabeza
de éste grupo de delincuentes que con seguridad hoy a menos de 24 horas la
mayoría de ellos debe encontrarse libre y muy probablemente planificando su
próxima tropelía, su próxima reacción ante una sociedad que los mira
anonadados. Porque todo lo que hacen éstos vándalos lo tienen preparado, están
a la espera del acontecimiento convocante.
Qué hacer? Policías
heridos a los cuales seguramente se los interrogará porque actuaron con dureza.
El ciudadano común, vos, yo, nuestras familias a quien recurren? Son ellos; los
mismos de los palos, las caras tapadas, los mismos de la agresión descontrolada
a una sociedad que además debe darles cabida, protegerlos de no se qué.
Quienes tuvimos oportunidad
de cruzarnos sin querer en una calle en la que ellos manifiestan sabemos lo que
es pasar miedo. Claro, a ellos si manifiestan no se los debe molestar porque
todos tenemos derecho a manifestarnos, la policía los protege y te increpa por
haberte atrevido a cruzar en su camino:Usted no sabe que no se puede cortar la
columna?- te es advertido seca y agriamente.
A continuación adjunto
algunos párrafos de un artículo que acabo de leer
“Si acaso la
Argentina sigue siendo todavía, la causa se limita a la dinámica política que
no da tiempo para extinguirse siquiera. Lo que parece lento corre a velocidades extremas, y aquello que surge
efímero y fugaz se perpetúa de manera indefinida.
Lo cierto es que nada
se va, nada nos dice adiós aunque vivamos de despedida en despedida. Aquello vivido ayer se repite hoy, y volverá
en lo sucesivo porque los cambios son meramente cronológicos. En los últimos
años apenas si cambiamos calendarios.
Es la épica del gatopardo.Fútbol y política deberían ser disciplinas distintas aunque haya mucha
similitud entre una y otra. Unos ganan, otros pierden. Se celebran victorias, se lamentan derrotas.
Y el mundo no se acaba. Exceso de dramatismo agrega un pueblo que no tiene
mucha experiencia en haber sufrido verdaderos dramas.
Seguramente ningún
europeo vería una catástrofe si se pierde un evento deportivo. Ellos han visto ejércitos enteros destruir
raíces y cimientos de su suelo, vieron la sangre derramarse, saben pues qué es
y qué no es grave. En Argentina pareciera que la tragedia no discrimina.
Un choque de trenes
por negligencia, un incendio en un boliche por ausencia de controles y reglas,
los cortes de luz, el caos de tránsito, todo termina siendo igualado y titulado
como trágico. En consecuencia, el
verdadero significado de esa palabra se ha vaciado.
Trágica es la pérdida de una vida humana y trágica es la derrota del
seleccionado. La vara con que medimos los hechos es extraña pero no inofensiva.
Daña, nos va dañando.
Da lo mismo. De ese modo, apoyar todos a un seleccionado
es recobrar patriotismo aún cuando, terminado el partido, se destroce todo por
capricho.
Hemos perdido el lenguaje y con él todo
significado. No podemos comunicarnos. Los jugadores que llegaron el país en calidad de subcampeones, no merecen
respeto por llegar a una final con dignidad aunque no la hayan podido ganar,
sino que llegaron como héroes porque “le
taparon la boca” a muchos ciudadanos, y no perdieron 7 a 1 como los
cariocas. Es el absurdo el que nos condena al fracaso.
Nada está en su justo lugar. El país es una caja de Pandora donde todo esta
revuelto y nadie sabe a ciencia cierta que puede aflorar de ahí dentro. En medio de un partido de fútbol se agita la
bandera de las Malvinas que son argentinas. En esto último estamos de acuerdo,
pero no hemos visto ni de casualidad una bandera española exigiendo el peñón de
Gibraltar. Ni los rusos jugaron flameando consignas a favor o en
contra de los ucranianos. En el mundo civilizado todo tiene su tiempo y su
espacio. Acá no. Acá está todo mezclado.
Más allá del folclore
al que estamos acostumbrados, la
previa a la final con Alemania halló a más argentinos vapuleando a Brasil que
concentrados en los teutones que estaban esperando.
Somos así, irracionales, con doble faz, capaces de convertir en héroes a
personajes cuyo único don es hacer lo mejor en su profesión, lo logren o no.
Héroe fue Juan Carlos Blumberg aunque nadie
sepa donde ejerce su heroísmo hoy. Héroe fue Alfredo De Angeli porque cortó una ruta para intentar frenar
el desguace del sector agropecuario. El saqueo sigue, su heroísmo nadie sabe.
Héroe fue Del Potro cuando
ganó el US Open y Maravilla
Martínez hasta que lo bajaron del ring y llevó el cinturón a
Cristina.
Héroes fueron
los hermanos Patronelli hasta
que un accidente los dejó fuera de pista. Héroe fue el juez Lijo por procesar a un
acusado con pruebas en su contra, tarea característica de todo juez. Se dirá que acá no es común lo normal y es
verdad, pero en todo caso en lugar de endiosar seres humanos, convendría
señalar y separar a quienes no saben o no se atreven a hacer bien su trabajo.
Héroe fue Diego Maradona que ahora
desparrama hijos por todos lados. Héroe es el fiscal Campagnoli por cumplir con su trabajo. Héroe fue
el Malevo Ferreyra a
quién nadie prácticamente recuerda. Héroe también se le llamó a Luis Patti cuando apareció como
aquel que, en los 90, disminuyó el delito en Escobar y ganó una banca en el Congreso
Nacional.
En plena
dictadura héroe se le gritó a
Leopoldo Galtieri cuando desde el balcón dijo que recuperaríamos las
islas… Otro asunto es si quiere recordárselo o no. A veces la memoria duele y acusa con razón.
Héroe era Messi los dos primeros partidos del Mundial
que jugó. Después el título pasó a Ángel Di María, y en horas no más al arquero
Romero, que atajó dos penales decisivos. A la mañana siguiente el héroe era
Javier Mascherano porque arengó y puso corazón… Héroes que cada vez
duran menos, parecen hechos en Taiwán y ensamblados en Tierra del Fuego.
Es tal la confusión
que, en trance de bautizar con
idéntico eufemismo a cualquiera que se destaque un ápice, la Argentina se vació
de próceres, de líderes, de valores y de discernimiento para distinguir el
héroe efímero del real y del eterno.
Hay casilleros
disponibles para quién sea nos saque una sonrisa o nos recree una esperanza.
Y es que es quizás, una esperanza
lo que nos hace falta como oxígeno y como agua. Argentina es un país de héroes
para todos y todas pero de esperanzas para pocos y pocas. Ahí está la causa de
este cambalache de heroísmo a la marchanta.
Si apareciera quién
prometa abrir el cepo cambiario sería también un héroe como sucedería con un
vecino del barrio que logró correr a un ladrón, y devolver el bolso que había
arrebatado. No hay diferencia
entre la defensa del equipo de fútbol y Alberdi, San Martín o Belgrano. Se
le dice héroe a personas fallecidas… La muerte no otorga heroísmo si no lo hubo en vida.
Se ha igualado al héroe con el ejemplo, y de allí que surjan líderes de
barro que duran lo que dura la ilusión de una esperanza que nos recreen aunque
sea por un rato. Estamos hambrientos de futuro atados a pasados.
Argentina está llena
de ejemplos, buenos y malos. Pretender convertir a los primeros en héroes es un
error que pagamos caro porque nos quedamos sin referentes y en lugar de imitar, idolatramos.”
Una digresión: Mientras estoy cerrando esta nota, escuchó decir que el vandalismo de
anoche fue organizado. Ese es el análisis que podría hacer cualquiera de
nosotros. 120 personas fueron
demoradas una noche entera y liberados.
Así estamos: desesperanzados pero eso sí,
rodeados de héroes vacuos por todos lados. Encima el Mundial no lo ganamos (y
no es una tragedia convengamos…)