domingo, 25 de enero de 2009

Libros de Rubén Elbio Battión

Este mail lo escribe Héctor Paillet:
Querido amigo: como no tengo idea de como colgar noticias en noveneros, te cuento que me parece interesante comentar que en El Litoral (Santa Fe) salió un lindo artículo sobre la obra literaria del profe Nene Battion.La misma salió el 17-01-09, página 18.un gran abrazo
Héctor
Querido Héctor: Cumpliendo con tu pedido....

Publicar en tiempos de crisis

Con matemática periodicidad, el profesor -precisamente, de Matemática- Rubén Elbio Battión publicó sus producciones literarias: cuentos, teatro, poesías. En libros sobriamente presentados, costeados con su propio peculio y generosamente regalados a sus amigos, fueron apareciendo sus obras de indudable valor literario y elevado nivel conceptual. Gracias a su talento y fino oído, creó combinaciones estróficas que pueden parecer caprichosas, pero no exentas de armonía. Huye de la monotonía machacona y se interna por el camino de la variedad más discreta y placentera: las rimas no se le resisten, tampoco las estructuras, y las imágenes fluyen originales, luminosas, ya tiernas, ya descarnadas, y a veces impactantes.
Las primeras entregas versaron sobre su especialidad y tratan sobre la cantidad: “Factores (álgebra)”, “Progresiones, sucesiones, límites” (álgebra). Luego vieron la luz, las netamente literarias, en particular, las poéticas: “Pavesas”, “Túneles” ( l994), “ Llueve” (l999), “ Tarde” (2004), “ Volverir” ( 2006).
Remedando el título de la muy conocida novela de Gabriel García Márquez “El amor en los tiempos del cólera”, nos referimos, con el título, a cómo naufragan las mejores intenciones de muchos escritores compatriotas, ante la imperante situación económica por la que atraviesa el país y, consecuentemente, la imposibilidad de poner en letra de molde el fruto de su labor literaria. No ha podido escapar a esto nuestro poeta y amigo Battión, quien tuvo que resignarse a publicar sus últimos poemas en un formato muy particular: una carpeta plástica. Se sentó a la máquina y transcribió serena pero empecinadamente 24 poemas de invalorable arquitectura y de sobrio y variado contenido. El título -¿ premonitorio?- asusta de entrada: “Páramos” ; por lo menos, no invita a la exultante alegría. Según el diccionario, “páramo” es terreno yermo, raso y desabrigado. Cualquier lugar frío y desamparado, inhabitado, no cultivado. También, “llovizna”. Blindemos, pues, nuestro ánimo porque lo rondarán la tristeza, la desventura, la muerte y hasta la Nada; avatares que se han apoderado del “ cansancio, silencio y vejez” del autor, según propia confesión en el último de sus libros “ Volverir”. ¿ Qué será esta Nada de que nos habla el poeta? La muerte abre dos caminos o posibilidades; no existe una tercera. O se nos ofrece otra vida o todo termina inexorablemente en ésta, sin dejar rastro. ¿Será desistir de ser uno como es o, a partir de ese momento, carecer absolutamente de todo ser? En casi todos los poemas se habla de estas dos ineludibles opciones. A veces aparece la luz esperanzadora, la posibilidad de cambio de vida o estado. Pero cuando el alma se abate en la desazón y el escepticismo, cuando cunden el abatimiento y el desamor, entonces se impone inapelable la disolución total. Luego de este introito, vayamos directamente al poemario. Todos los poemas, excepto el último, llevan por título las primeras palabras de cada uno. A veces los encabezan números romanos, para señalar las partes: I, II, III,...Se suceden como un abanico en claroscuro, símbolo de la vida: a ratos, la negatividad total: “La risa quedó en su fosa, sin alas y sin pájaros./ apenas un terrón morado para arrodillar heridas;/...”; “Llevo un espectro hacia un gólgota desierto;/ llego tarde, se arrasaron las cruces con el viento”; a ratos la presencia del amor en imágenes optimistas, alegres, originales. Plenitud espiritual: “Es el hallazgo de la brújula perdida/ con un sol de nácar y alegrías/ en el cauce aromado de las venas.”. Luego, nuevamente el desánimo, el derrumbe. Juega con el hoy, el ayer, el mañana: “Voy sin haber sido; sin ser la respuesta de ayer/ sin contar con la pregunta de mañana.”; “El caduco ayer-hoy es el tren fantasma de hoy-mañana;...”. Y así por estilo: los altibajos, los vaivenes, la inestabilidad y hasta los ruegos contradictorios al Señor. Pide que Dios le otorgue fe, pero pronto reniega y dice que “solo (sin ayuda) ascenderá hacia la Nada. Por un lado, invita a alguien a acercarse, a que lo acompañe porque se siente solo; pero, luego, el antagonismo, ella-él: Ella, lo sublime; él, lo irremediable y distinto; por esto el rechazo, la ruptura, la despedida cruel y amarga; el silencio y la soledad. En honor a la verdad, la mujer es objeto de su alto respeto y devoción; la enaltece y adorna con las mejores virtudes; nunca un agravio o desdén. Todo lo negativo se lo atribuye a él mismo: “Todas las suavidades en tu clara delicia.../ Toda la dulzura del orbe en la caricia/ de tu rostro, de tu imagen, de tus flores.”.
Luego, la declinación total, el otoño, la vejez. Dialoga con su otro yo: el autor. Trata de convencerlo. Le aconseja que se duela, que Dios lo considera todavía. Lo despide y advierte que llega a la nada, a la muerte. Entonces se produce la catarsis. Hay preguntas con alguna esperanza: “Hay un madero cruzado que bendice y perdona/ y en mis ojos tiembla -como siempre-/ la entereza divina del amor”. Al final, se hace la “Ocuridad” y se encamina hacia la “Hermana tierra: no dejes/ que los grillos quiebren/ el silencio de nuestras almas./ Tierra, abrázame”. Se produce la entrega total, amorosa. No hay más lucha, ni trabajos. Desciende a la última morada. Todo se ha consumado. El encuentro con el más allá es, no obstante, amoroso. Reclama comprensión, cariño y ternura: un cálido abrazo.
Lector, si querías un veraz y sobrio pantallazo de una vida larga, fructífera y comunicante, con sus risas y lágrimas, no tienes más que asomarte a la obra de este poeta, aquí fugazmente presentado.

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