Allá fuimos. No tan
sonrientes como de costumbre. Un frío helado nos recorría el cuerpo. Quedamos
en encontrarnos en la puerta de la Iglesia de Nuestra Señora de Pompeya, que
hoy relucía más hermosa que de costumbre.
Nos abrazamos en
silencio y traspasamos el atrio como tantas otras veces lo hemos hecho. Hoy era distinto. Eramos sólo dos de los tres acostumbrados. Nos faltaba una parte importante de nosotros.
Un Novenero extraordinario nos dejó. – Señora escucha nuestra oración –
Intercede por él ante Nuestro Padre Celestial. Fue un buen hijo tuyo. Protégelo
Señora, cobíjalo en Tu manto.
Néstor, vos tenés una
llave? – No JC, quien cuidaba, guardaba , acomodaba todo era el Gulli. El se
llevaba la única llave que teníamos. – Vamos a la cerrajería de la calle Lynch
y pidamos que nos abran y nos hagan una llave a cada uno. – Realmente,
tendremos el valor suficiente para entrar?
Mientras los
cerrajeros hacían su trabajo fuimos los dos hasta la esquina, a lo de Agostiño
por la docena de medias lunas. – Señores! – nos dijo casi balbuceando. No puedo
creerlo. Eramos tan buenos amigos con Don Gulli! Las medialunas de hoy son
gratis, solamente quiero pedirles que lleven ustedes mis condolencias a sus
familiares. – Así lo haremos Agostiño. No puedo creerlo, no puedo creerlo.....
Todo estaba
perfectamente acomodado. Hasta el armario forrado con papel araña color azul,
pegado por debajo del estante con chinches doradas. Allí estaba la vieja
Olivetti, que hoy enfundamos y colocamos en un lugar de privilegio.
Néstor, querido amigo.
No podemos trabajar. Volvamos la semana que viene.
Si, JC. Y en honor de
nuestro amigo permanecimos en silencio mirando esas medialunas de Agostiño que
hoy no pudimos consumir.......
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