Primeras horas del día. Un día gris, un cielo invernal, plúmbeo y
compacto, filtraba un velo de claridad a través de algunas nubes menos espesas
que se extendían hacia el Riachuelo. También los ruidos eran difusos, tardos y
opacos como los nubarrones que velaban la luz.
El viento llegaba a intervalos a lo largo de la Avenida Saenz, como el
jadeo de un fugitivo.
Una sombra por el lado sur de lo que pretende ser una plaza. Iba solo,
reconocible a la distancia por su caminar altivo y muy tranquilo, caminaba a
buen ritmo hacia la Iglesia. Se detuvo delante de lo que alguna vez fue una
estatua, vaya uno hoy a saber, de quien.
Al pié de la misma entre tantos otros, sobresalía algún último grafitti
referido a las próximas elecciones.
Meneó la cabeza y continuó su camino, ajustándose el abrigo a cada soplo
de viento. El y su pensamiento. El y sus amigos siempre presentes. Era un
Novenero. Sí como vos, como yo, como Néstor, el Zobenca o Pablito Buttaro.
Miró lo que alguna vez fue un cartel indicador buscando el nombre de la
calle. Si no recordaba mal el nombre que buscaba era Ventura de la Vega. Le
habían hablado de una gomería, de camiones estacionados, de la peligrosidad de
la zona. Recién había llegado a la Capital. Venía de lejos. Alcanzó a leer algo
así como: “ en u a e Ve a”
y sí, pensó. Debe ser ésta. -Si pregunto a alguien de los pocos que andan a
ésta hora seguro se dan cuenta que soy de afuera y me roban hasta el pullover- decidió
continuar por la misma hasta encontrar una casa que era como que la conocía
perfectamente a lo largo de todas las lecturas hechas de Noveneros.
Portal grande, antiguo, descascarado, “cerrado” con candado. Alguna vez
había sido gris. Quería llegar rápido a tomarse unos matecitos bien calientes
cebados por alguno de los dos santafecinos habitués del lugar. Habrán llegado?
Lo que pasa es que se hacen propaganda de laburadores.
Nosotros en el campo besamos la “pacha mama” cuando aparece el dios sol
o antes aún y éstos santafesinos
aporteñados seguro vienen a media mañana haciendose los cansados.
Te estoy leyendo el pensamiento, Poliya!! Andás a éstas horas porque
seguro que tenías que hacer trámites en la Capital y no sabés que hacer hasta el horario de los
Bancos. No! No es como en tu pago que abren a las siete. Acá se trabaja todo el
día. No nos vamos a almorzar y después a hacernos una “pequeña” siestita de dos
horas. El porteño vuelve a la noche a la casa.
Golpe fuerte en la puerta. Un grito, agudo e intermitente, desgarró el
cárdeno silencio del amanecer pompeyano. Un trueno rugió a lo lejos, por la
parte del maloliente riachuelo y una ráfaga de viento más intensa dobló las
copas de los fresnos. – Abran carajo que se está por largar a llover. Soy un
Novenero nogoyense y estoy con frío!
-Ja,ja, abrile Néstor, es el Poliya! – Qué andará haciendo a éstas horas
por Buenos Aires?!
-No se dan cuenta que estaba golpeando. Me pareció que había luz adentro.
Qué hacen a ésta hora viejos desvelados o es que los rajaron de la casa?! – No,
nosotros venimos tempranito para irnos tempranito y porque a ésta hora los
muchachos todavía no salieron “a laburar”, - pero vos, más allá de los porqué
queremos decirte que nos llenás de alegría. Lo único que en Diamante el otro
día te hacías el gallito y acá andás con las plumas mojadas y escondidas - respondió
Néstor haciendo notar su calidad de local.-
Bueno, les voy a contar. Cuando me iba de Diamante a Nogoyá; pago
hermoso como no hay otro; paré a tomar un cafecito y dirigirme al toillette.
Tomé mi cafecito bien cargado, como el que me van a dar ustedes ahora, y llaves
en mano me dirijo a la Hilux. Todavía la estoy buscando hermanos.
-Te la afanaron? – No, si me la van a pedir para dar una vueltita.
Ahí los dueños del lugar, que ya me conocen; me dijeron,- mire Don
Poliya, usted sabe que éstas piraterías en los pagos entrerrianos no las
hacemos, cuando usted llegó se levantaron unos tipejos extraños, esos que usan
aros, melena, ganchos en la nariz y que se yo cuantas cosas más, y si bien no
los seguí con la mirada me atrevería a decirle que fueron ellos los que se
adueñaron de lo ajeno, es decir de lo suyo, Don Poliya. Eran de Buenos Aires,
por la forma de hablar, vió? –atropelladores los mozos.
-Me quedé a pata muchachos. Tuve que esperar que pasara un Chevallier
para ir a mi casa a avisarle a mi mujer y a preparar mi viaje hacia acá en
busca de amigos y ayuda a ver si la encuentro porque andaba sin seguro.
-Pero y nosotros qué podemos hacer?! – Ayudarme viejos bol....s – No ven
que me vine hasta acá a qué? A conocer el riachuelo?! Pero si serán...
Bueno tranqui, bajá un cambio. Vamos a tomar unos amarguitos, porque acá
café no hay y todavía no abrió la panadería para comprar unas medias lunas.
Sentate y ya veremos que hacemos con los muchachos del barrio. Ellos la saben
todas. Te aseguramos que camioneta va a aparecer y cuando lo haga, te vas
derechito a asegurarla, amarretón... – y... el campo anda flojo muchachos.
Continuará.......
Gracias Poliya!...
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