Enrique José Milani
Y un buen día, Lina Martha despertó con la idea de compilar un libro con algunas cartas, prosas y poesías que le enviara periódicamente su ex querido profesor de Matemáticas. La idea se incubó por un buen tiempo, pero al fin cristalizó, si bien tras vencer algunas dificultades y contratiempos. Al fin llegó el día tan ansiado de la publicación en que se presentó a la sociedad el libro de artística factura y sugestivo título: El tictac de la vida, de Elbio Rubén Battión, (Edición 2010).
El objetivo de esta nota es mostrar, siquiera en un pantallazo, el perfil humano y artístico de un hombre que dio todo de sí; que puso empeño, tenacidad, años y saberes en pro de una altísima vocación docente y de servicio, y quiso demostrar que los números no son incompatibles con las letras. Battión nació en Sta. Fe, en el primer tercio del siglo XX. Es profesor de Matemáticas y dictó clases en la UTN (Regional Sta. Fe), en la Facultad de Ciencias Económicas de la UCSF, en el Inst. Superior de Profesorado de Coronda, en el Liceo Militar Gral. M. Belgrano, en la Escuela Nac.de Comercio Juana Del Pino de Rivadavia y en el Liceo Nacional de Señoritas Dr. Victoriano Montes. Le pertenecen los siguientes poemarios: Pavesas (1950), Túneles (1994), Llueve (1999), Tarde (2004), Volverir (2006) y Páramos (2008). También: Progresiones: Aritméticas, Geométricas, Armónicas (1978).
Lina Martha Klinkowicz, tal el nombre de la autora de la recopilación, cumplió su cometido y en el libro agradece a cuantos la ayudaron en la empresa: familiares, amigos y compañeras de la Escuela Comercial J.D. de Rivadavia, ex cadetes del Liceo Militar y amigos. Ella también prologa el libro y a continuación comienza a desgranar la obra de Elbio Rubén, hecha en esta oportunidad de cartas a Lina, prosas y poesías, y al final la disertación del profesor a exalumnos cadetes de la Promoción IX (1956-1960) del Liceo que concluye: “... en mis noches de insomnio y silencios, de vejez y soledad, sigo deseando ver... las caritas sonrientes de cada uno de ustedes..., y me imagino que al pasar su desfile cinematográfico, vuelvo a decirles: Cadetes, buenos días”. Poética y emotiva es también la descripción de la antigua y sureña Escuela de Comercio, en una de cuyas aulas, 1º B, Martha, “... acurrucaba la Lina juega con el nombre- sonrisa de ojos inquietos y oscuros, con suelta agilidad física y clara mentalidad fluyente. Bajo la oscura guedeja ya mezclaba deseos y teoremas, sueños y caligrafías...”. Vívida e imborrable estampa de una niña que quedó impresa, con trazos indelebles, en el recuerdo del maestro.
Desfilan así poemas en que aflora su sentir hondo y sencillamente humano como en “Todo”: “Todas las sonrisas son tu sonrisa... Todas las distancias en la cruz de mi distancia... Todos los silencios en el silencio de mi otoño.” También apreciamos este sentir hondo y poético en otros poemas como “Paloma”: “Tengo una cifra guardada/ en el fondo del corazón... ¿Adivinas? Sí, es el amor.” En “Nos”: “Tu risa es el soporte de mi risa./ dos rezos para un solo altar...”. Pero el tiempo pasa. El autor siente sobre sus hombros el peso de los años. Por esto la referencia ineludible, repetida a la vejez: “... es una larga despedida./ Es la débil fuerza que se inclina / a un tenso páramo descolorido.” “Es una bisagra sutil para palpar la divinidad eterna.” Y la “Despedida” final: “Cierro los ojos: el último saludo”.
El libro culmina con exquisitas prosas: en “Ternura de mujer” nos cuenta: “Te conocí. No tuviste la oportunidad del amor, porque no pudieron los hijos templar tu vientre ni anidar tu regazo. Pero tus palmas las he visto vendar heridas con la noble aptitud de la caricia.” Conjugan ramilletes de emociones, sobresaltos, amores, cariños, decepciones que se espejan en un rostro femenino, ignoto para los lectores, indudablemente preciso para el autor. En fin, prosas también henchidas de poesía. No podía ser de otro modo. El poeta transforma todo en su única tarea de amor: enhebrar palabras para transformar la realidad.
Por Gentileza del Diario El Litoral de Santa Fe
Envía con un gran abrazo Roberto Casabianca
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