Por
SYDNEY J.
Washington:
El Pentágono es plenamente consciente de que el mundo está cambiando. Lo que resulta
evidente es que los militares aún tenemos problemas en definir cómo nosotros debemos
cambiar para hacerle frente a dicha realidad.
Esa
es la muy poco tranquilizadora implicancia de la nueva Estrategia Militar
Nacional, lanzada hace una semana por el presidente saliente del Estado Mayor
Conjunto, el general Martin Dempsey.
Si
bien las expectativas frente a tales productos burocráticos tienden a ser bajas,
la nueva estrategia provee cierta información y conocimiento acerca de nuevas
amenazas sólo para prescribir soluciones conocidas.
"Como
aspecto positivo, el diagnóstico resulta básicamente correcto en lo que
respecta al contexto estratégico, [pero] cuando se reduce a cómo tienen que
pensar los militares al respecto, la estrategia se torna nuevamente muy lineal”,
dijo Nathan Freier, profesor adjunto de la Escuela de Guerra del Ejército.
Dempsey
expone la enorme complejidad del contexto de seguridad, al que define como "el
más impredecible que he visto en 40 años de servicio." EEUU tiene que
lidiar al mismo tiempo con las insolubles amenazas terroristas que se parecen a
una metástasis; un "bajo pero creciente" riesgo de guerra con una
gran potencia como Rusia o China; y, en el medio, "amenazas híbridas"
que combinan la adaptabilidad letal de guerrillas con los recursos y el poder
de fuego de un Estado. La invasión a Ucrania con poderes locales y fuerzas
encubiertas, negada por Rusia, es un ejemplo híbrido de una potencia militar
importante utilizando tácticas de guerrilla. La capacidad del Estado Islámico
de tomar y controlar territorio es un ejemplo híbrido de una fuerza irregular
actuando, con limitaciones, como un Estado-nación.
Pero
la estrategia intenta colocar a todas estas diversas amenazas en un solo eje, considerando
los conflictos no-estatales altamente probables, pero menos peligrosos, y la guerra con los principales estados poco
probable, pero de alto peligro. Ese tipo de pensamiento puede resultar peligrosamente
simplista.
Una
gran potencia como Rusia puede hacer mucho daño aun sin nunca utilizar de
manera directa su ejército convencional y, en cambio, permanecer por debajo del
umbral de la guerra a la vez que utiliza de todo, desde los precios del gas a
los hackers informáticos, como armas.
Por el contrario, un grupo no estatal como el Estado Islámico puede generar un terror
y desorganización global descomunal que no tiene relación con su fuerza militar local, utilizando los medios
de comunicación social, en lugar del comando y control tradicional.
"Hace
10, 15, 20 años, el concepto de resistencia
sin líderes, era un concepto de vanguardia," dijo Freier. "Hoy en
día, esta idea de resistencia sin líderes es cada vez más real y tangible. Individuos
[Aislados] están actuando sobre la base de ideas que vienen de muy lejos.
"Si bien quizás nunca entren en contacto directo con el grupo terrorista
en cuyo nombre atacan, dijo," se movilizan de manera virtual por su
conectividad con esta amplia comunidad de intereses".
¿La próxima gran guerra?
Si
los terroristas sin líderes, que se auto-organizan, constituyen la pesadilla en
el así llamado "extremo inferior" del espectro, entonces una gran
guerra con un estado importante representa la pesadilla en el extremo superior.
Dempsey advierte que la ventaja tecnológica de EEUU se está erosionando, un
miedo que he visto trepar a la cabeza de la agenda del Pentágono en los últimos
dos años. Dempsey también advierte que una guerra de dichas características probablemente
sea "prolongada".
Pero,
¿cómo sería una gran guerra en el siglo XXI, ni que decir una guerra larga?
Hemos tenido paz entre las grandes potencias durante tanto tiempo, y la
tecnología militar ha cambiado tan radicalmente desde la Segunda Guerra
Mundial, que resulta difícil de
imaginar. Dempsey sin duda no lo dice. Pero es desagradablemente probable que EEUU
se quede sin armas inteligentes rápidamente, dejando sólo la opción del sombrío,
triturador desgaste.
En
la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, ambas partes agotaron sus provisiones de
proyectiles de artillería en diez semanas, dijo John Stillion del Centro de
Evaluaciones Estratégicas y Presupuestarias. "El 'hambre de proyectiles´ y
las pérdidas masivas en un campo de batalla dominado por la potencia de fuego tuvieron
como resultado un estancamiento prolongado", dijo. Luego, prosiguió
Stillion, en la Segunda Guerra Mundial, tanto EEUU como la Armada japonesa hundieron
o dañaron tal cantidad de portaaviones de los adversarios en los primeros 12
meses después de Pearl Harbor que "no hubo otra batalla de portaaviones
durante 19 meses, hasta que ambas partes reconstruyeron su fuerzas".
Incluso
se puede observar la Guerra Civil de EEUU, dijo Stillion, donde la batalla
inicial de Bull Run conmocionó a ambas partes y las llevó a dar un paso atrás y
movilizarse para una larga guerra.
"La
historia demuestra que las guerras entre grandes potencias suelen prolongarse
porque ninguna de las partes es capaz de infligir suficiente daño sobre el otro
lo suficientemente pronto en el conflicto como para lograr un golpe demoledor",
me dijo.
Una
guerra de dichas características hoy se vería muy diferente de Afganistán o de la
Segunda Guerra Mundial, añadió su condiscípulo del CSBA Bryan Clark: "Hoy
en día, nuestra base industrial no podría aumentar la producción de las sofisticadas
plataformas y armas actuales como lo hicimos en 1940 con armas más básicas”.
Sustituir las pérdidas del choque inicial requeriría de una importante
reorganización.
Un conflicto
tan prolongado y masivo es otro desafío que aún no hemos descubierto cómo enfrentar.
"Donde
la estrategia se queda corta es en su uso como estrategia," dijo Clark.
"El documento reconoce que los recursos son limitados, pero no describe
cómo las fuerzas estadounidenses adaptarán sus finalidades - por ejemplo, "la
derrota" puede no ser posible –ni cómo desarrollarán nuevas formas de
perseguir sus objetivos con medios más limitados de lo que pudieran haber
tenido en el pasado".
"En
general", dijo Clark, "termina siendo más una declaración de
intenciones, que una estrategia útil para ayudar a planificadores, encargados
de desarrollar capacidades o de elaborar
presupuestos a tomar decisiones acerca de dónde deben invertir el tiempo
y los recursos limitados disponibles para el Departamento de Defensa".
• Temas:
Escuela de Guerra del Ejército, Bryan Clark, Centro para Evaluaciones
Estratégicas y Presupuestarias, Jefe del Estado Mayor Conjunto, China, CJCS,
CSBA, General Dempsey Martin, guerra híbrida, Estado islámico, John Stillion,
Nathan Freier, Estrategia Militar Nacional 2015, Rusia, estrategia, Primera guerra
mundial, Segunda guerra mundial.
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