miércoles, 27 de agosto de 2014

Colaboración de Roberto Casabianca

SER LICEISTA!!!
Esto está escrito por un egresado del LMGSM, pero es absolutamente válido para todos los LLMM.
« Cuando entramos al Liceo nos convertimos en cadetes y cuando salimos en ex cadetes, claro!, pero ya nunca más dejaremos de ser liceistas. No se puede ser ex liceista. Hemos recibido una especie de ciudadanía, que nos hace sentir como pertenecientes a una suerte de patria chica.
Cuando egresamos del Liceo en realidad emigramos y automáticamente ingresamos a una sociedad que durante cinco años vimos e idealizamos desde afuera (porque estábamos adentro).
Así nomás nos convertimos en inmigrantes.
El inmigrante tiene idealizada la sociedad en la cual se inserta y por eso lo hace. Pero a medida que pasa el tiempo y luego de acomodarse lo mejor posible en el nuevo entorno, comienza a extrañar y a idealizar, ahora, aquel punto de partida.
Posiblemente para el inmigrante el lugar que dejó ya no sea el mismo. El tiempo habrá cambiado algunas formas, algunas costumbres, pero el lo guarda en el recuerdo congelado e inmóvil como una foto de color sepia. Quizás mejor sacada que una del Vampiro.
Y contará a propios y a extraños aventuras y anécdotas que al repetirse una y otra vez perderán y ganaran ingredientes y detalles que le darán esa patina mágica que los transforma en mitos, verdades equidistantes entre la leyenda y la realidad.
En la dura lucha del tiempo con el recuerdo, este rescata del olvido las cosas mas lindas, mientras el tiempo va acunando en sus brazos largos las cosas malas hasta hacerlas dormir.
El inmigrante tiene un pueblo que lo vio crecer, que le dio tonadas y características que siempre lleva con el. El liceista tiene una promoción que lo vio crecer que le dio vivencias que le pertenecen.
Y cuando se encuentran dos inmigrantes que vienen del mismo país pero de distintos pueblos, se llaman paisanos aunque cada uno tenga una imagen diferente de ese país, porque en realidad tiene la imagen de su pueblo, que quizás sea distante del otro y tenga diferente clima y otro paisaje.
Cuando nos encontramos liceistas de distintas promociones que a veces están muy lejanas en el tiempo, tenemos diferentes paisajes pero hay un mismo espíritu que nos hace sentir cerca, es el espíritu de esa patria chica que nos marco con su sello indeleble.
Es que el Liceo, como un padre generoso y carismático hizo sentir a cada uno de sus hijos como si fuera único.
Como el inmigrante, el liceista tiene siempre en su equipaje un espacio dedicado a la caja de los recuerdos, que son horas, que son amigos, que son los padres que nos miran todos los días desde la foto pegada con chinches compartidas en el interior de la puerta del armario.
Como el inmigrante, el liceista se emociona cuando encuentra algún paisano y lo primero que pregunta es de qué pueblo viene, de que promoción sos.
Como el inmigrante, el liceista le responde a sus hijos preguntas del Liceo que a lo mejor sus hijos nunca le hicieron.
Tantas palabras se necesitan para explicar un color, o un sabor, cuantos sinónimos hacen falta para definir una textura, cuantas páginas hay que escribir para transmitir un aroma, como se puede describir un sonido, es tan difícil como tratar de transmitir una experiencia a alguien que no la ha vivido.
Como explicar el marrón terroso si no figura en la paleta de colores de ningún programa, o el gusto de la polenta de campaña rescatada debajo de una fina capa protectora de tierra incomible, si es solo comparable al gusto amargo del domingo a la noche?
Como le cuento a alguien la textura de los cardos de La Siberia capaces de atravesar la tela más dura para dedicarnos su profunda y persistente caricia que a veces por aleatoria nos arrancaba una lagrima? Como voy a explicar eso si un viento norte ha invertido fortunas a su lado y el progreso (de ellos) se llevo los cardos que tanto me querían.
Como puedo transmitir el sonido de la banda tocando canciones de amor para congraciarse con las madres y las novias los miércoles de visita? si en un CD entra mucho mas que eso.
Quien va a entender aquel olor a pasto que nunca mas volví a sentir, no se, era otro olor a pasto, era diferente, era el olor a Pasto del Liceo, creo que hasta hoy lo podría diferenciar de otros olores a pasto.
Como el inmigrante, el liceista, siente que el único que lo va entender es un paisano, es otro liceano, aunque sea de otro pueblo, y por eso, solo por eso, ya lo quiere y lo hace amigo.
La mayor parte de los hijos de ex cadetes no fueron al Liceo, y el liceista como el inmigrante siente que no pudo continuar la tradición, y se afianza mas a ella acaso porque descubre que esta solo para cuidarla.
Volver a pisar el Liceo es como volver a la patria chica pero jamás podremos volver al pueblo, porque ya esta cambiado, porque es aquella promoción que ya paso, son aquellos doscientos adolescentes inquietos que se sentían únicos. Que en realidad eran únicos.
Es que ahora cuando nos encontramos ya no estamos solos, tenemos que compartir nuestras reuniones con algunas cabezas blancas, algunas arruguitas, algunas barrigas descuidadas, algunos lentes de aumento, algunas peladas... pero gracias a Dios por ahora son solo algunas (cuantas), y todavía no se nos cayó del equipaje la caja de los recuerdos. »

martes, 26 de agosto de 2014

Homenaje a los Heroes de Castilla

Homenaje a los héroes de Castilla

Ambato
El 5 de agosto de 1949 Ecuador sufrió la catástrofe de Ambato como se denominó al mayor sismo del Hemisferio Occidental en más de un lustro. El terremoto, de una magnitud de 6,8 en la escala de Richter, tuvo su epicentro la provincia de Tungurahua de Ecuador, al sudeste de la ciudad de Ambato. Fallecieron a 5.050 personas.
El desastre movilizó la generosidad del gobierno argentino que, gracias a la reciente creación de la Secretaría de Aeronáutica (1945), a la constitución de las empresas de transporte aéreo de capital mixto y a la obtención de aeronaves comerciales de largo alcance había encontrado en la aviación una extraordinaria herramienta de vinculación con los pueblos y de difusión de sus ideales humanitarios.
La ayuda fue promovida por la Fundación de Ayuda Social “María Eva Duarte de Perón” que organizó y despachó el equipo de auxilio: socorristas, ropa, medicinas y alimentos. La máquina elegida fue el cuatrimotor Douglas DC-4, matrícula LV-ABI de la Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA).DC-4 FAMA
El 27 de septiembre, el avión regresaba de Quito después de cumplir la misión. Mientras volaba hacia el Aeropuerto Internacional de Morón, sobre la localidad de Castilla (Partido de Carmen de Areco), un tubo distribuidor del oxígeno en las máscaras de los pasajeros para volar en altura (no existían las cabinas presurizadas) sufrió un escape. El ambiente en el interior de la aeronave se enrareció con el exceso de oxígeno y, al tomar contacto con una colilla de cigarrillo, encendida pese a que estaba iluminado el cartel de Prohibido Fumar, desató un peligroso incendio a bordo que decidió a los pilotos a aterrizar de emergencia cuánto antes.
Ignorando el drama que se vivía a bordo, en la plataforma de Morón aguardaban el arribo de la comisión el presidente Perón, su esposa Eva Duarte, miembros de la colectividad ecuatoriana, delegados de las comisiones de ayuda a las víctimas, el subsecretario de Aeronáutica, el director General de F.A.M.A., delegaciones de la CGT, de las escuelas de enfermeras, miembros de la Fundación “Eva Perón” y numeroso público.
Entretanto el piloto Norberto Fernández y el copiloto Gregorio Torrealday con gran capacidad profesional habían logrado aterrizar en un campo y reducir el número de víctimas fatales a sólo cinco. Pero no todo se limitó a aterrizar. Con un gran coraje y abnegación a toda prueba, ambos tripulantes habían permanecido en la cabina incendiada, aún a costa de sus propias vidas; acción que permitió salvar a la mayoría de los tripulantes y pasajeros.
Según la declaración de uno de los pasajeros, “los pilotos realizaron el aterrizaje poniendo en evidencia una extraordinaria pericia y un heroísmo singular, ya que envueltos en llamas no vacilaron en agotar sus energías hasta perder la vida con tal de salvar a la tripulación (…) y evitaron que el accidente adquiriera proporciones aún mayores”.
Los heridos fueron trasladados a hospitales de Castilla y Mercedes y al Hospital Rivadavia en la ciudad de Buenos Aires. En la Estación Retiro, el tren “El Cuyano” (FCNGSM) que transportaba a parte de los heridos, fue recibido por el presidente de la Nación general Juan Domingo Perón, su esposa María Eva Duarte, todo el gabinete en pleno; miembros del Poder Judicial, legisladores, el ministro de Salud Pública de la provincia de Buenos Aires, el Jefe de la Policía Federal, autoridades de F.A.M.A. y otros funcionarios.
Muertos: Comandante Norberto Fernández Lorenzo (Piloto), Gregorio Torrealday (Copiloto), Carlos Monza (Agregado Obrero a la Embajada Argentina en Ecuador), Federico Rosas (viajaba desde Perú) y Ester Dates (auxiliar de a bordo).
Por Decreto 24.739, del 5 de octubre de 1949, en mérito al renunciamiento de la propia vida en aras de la supervivencia del pasaje y del cumplimiento del deber, se declaró en situación de incorporados, con anterioridad al 27 de septiembre de 1949, a los oficiales de Reserva de la Fuerza Aérea Argentina Norberto Fernández Lorenzo y Juan Gregorio Torrealday, en el Cuerpo del Aire, Escalafón Aviadores y se los promovió “post mortem” al grado inmediato superior.
Héroes de Castilla
En homenaje a las víctimas de Castilla, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires autorizó la construcción de un monumento en la Avenida Costanera Rafael Obligado y Avenida Sarmiento, frente al Club de Pescadores, obra que fue encomendada al escultor italiano Mario Baiar