miércoles, 20 de marzo de 2013

Páginas de nuestra historia

Lamadrid y los soldados con polleras




En la madrugada del 20 de mayo de 1817, Gregorio Aráoz de Lamadrid, oficial del Ejército del Norte al mando del General D. Manuel Belgrano, se preparaba con sus hombres para tomar la ciudad de Chuquisaca, allá en el Alto Perú.


Se acercaron con sigilo, pero fueron descubiertos y la acción fué un fracaso, ordenando Lamadrid la retirada y acampando luego, cerca de la localidad de Tarabuco. Durmieron unas horas y reiniciaron la marcha, dándose cuenta en ese momento, que había desaparecido el Sargento Bustos, quien había desertado junto a diez soldados de su compañia.


Lamadrid, enseguida, despachó una partida de Húsares, al mando del Sargento Albarracin, al lugar donde se encontraba una guardia realista a cargo de José Santos La Hera (el nuestro era Las Heras). Albarracín regresó con gran cantidad de municiones, dos cornetas de plata, diez mujeres, dieciocho prisioneros y algunos caballos. Esta buena noticia se veía empañada por la deserción de los once a la madrugada, de todas maneras, Bustos y compañía no llegarían muy lejos.


A la mañana del día siguiente, un contingente de setenta indios-gente del cacique Venancio- apareció con once prisioneros amarrados. Eran los desertores. “Formé en el acto toda mi división en el cuadro de la plaza – detalla Lamadrid- y, puestos los presos dentro de él, llamé al Alcalde del pueblo y le ordené que me consiguiera diez polleras de las más andrajosas de las indias e igual número de zuecos y las gorras del altiplano como las que ellas usan. Los once desertores no podían creer lo que estaba por ocurrir-sigue Lamadrid- mandé desnudar a los presos vistiéndolos con aquel ropaje y unos aros que se usaban para los bailes típicos, aunque todos me clamaban que los fusilara antes”.


La tropa formada comenzó a burlarse de los prisioneros vestidos de mujer. Lamadrid ordenó que se formaran dos filas dejando entre ellas un angosto pasaje por donde debían pasar los travestidos.


A Bustos le fueron arrancadas las jinetas de Sargento y allí terminó el acto de humillación.


Una semana después, el Jefe patriota perdió el control al producirse una deserción masiva que diezmó su fuerza. Sólo le quedaron 93 hombres, entre los que se encontraban Bustos, al que le fueron reintegradas sus jinetas y los diez que habían sido disfrazados. Estos once actuaron  con valentía, y acompañaron a su jefe hasta el final de la campaña.

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