jueves, 10 de septiembre de 2015

Próximos a un nuevo Aniversario de la Batalla de Tucumán

Queridos Noveneros amigos. 
Próximos a un nuevo Aniversario, les adjunto palabras pronunciadas por mí en el Aniversario de la Batalla de Tucumán del año pasado 2014, en el Acto celebratorio llevado a cabo por el Instituto Nacional Belgraniano en el Regimiento de Infantería I "Patricios", sede del Instituto del que formo parte como miembro de Número.



ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE TUCUMAN (24 set 2014)


SEÑOR PRESIDENTE DEL INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO.

SEÑORES REPRESENTANTES DE AUTORIDADES NACIONALES.

SEÑORES ACADEMICOS MIEMBROS DE NÚMERO DEL I.N.B.

SEÑORES REPRESENTANTES DE LAS FFAA, FFSS Y POLICIALES.

INVITADOS ESPECIALES.

SEÑORAS Y SEÑORES.


Nuestra Patria conmemora hoy uno de los hechos más trascendentes y venturosos de nuestra historia política y militar: la Batalla de Tucumán.

Batalla notable, batalla que no debería haberse dado, pero que se produce por desobediencias de ambos bandos, batalla de improvisaciones y confusiones.

Recordemos que nuestro General tenía órdenes de levantar la fábrica de fusiles de Tucumán y replegarse hasta Córdoba, en tanto que el General Pío Tristán, de haber actuado prudentemente, habría instalado su Cuartel General en la entrada de la Quebrada de Humahuaca, pero llevado por su entusiasmo siguió a Jujuy y como si ésto fuera poco continuó a Salta, donde una vez más, la prudencia le hubiera aconsejado mantener sus avanzadas, pero no fue así; Tristán abusaría de su buena suerte, y de su parentesco con Goyeneche.

Nuestra gloriosa Revolución de Mayo, en alas de sus armas bisoñas, pero de cuño heroico; llegó hasta los confines del virreinato, donde por mala fe del enemigo, o por impericia de los nuestros, sufrió el descalabro que obligó a emprender el regreso hacia los bastiones originarios de Jujuy y Salta.

Lo que sería luego, la victoria de las armas de la Patria fue fruto del esfuerzo denodado de las menguadas tropas del Ejército de Línea, reforzadas por los “Decididos” cuerpo organizado por el General Belgrano, y además, por hombres que emigraban de Jujuy, y por piquetes de Tucumán, Salta y Santiago del Estero.

 Es digno exaltar el sacrificio del pueblo jujeño y de los pueblos en el camino a Tucumán, que entregaron todo, incluso sus propias vidas a los intereses de la Patria. Los hechos del 23 de agosto de 1812; me refiero al éxodo jujeño; constituyeron el preámbulo de la victoria de Tucumán.

Belgrano podía haberse hecho fuerte en Jujuy y presentar batalla, pero el resultado final le era incierto. Más le convenía; de acuerdo con lo ordenado por el gobierno; replegarse al sur, debilitando al enemigo con una marcha interminable a través de zonas devastadas.

La retirada se hizo cada vez más difícil debido al constante acoso de las avanzadas realistas, con las consecuencias de todo tipo que ello trajo aparejado al ejército patrio; sin tregua ni descanso y desprovisto de víveres; pero ésto lo suplía la fortaleza de alma del General Belgrano, quien aún afrontando los mayores peligros alentaba a los que flaqueaban, se imponía ante los que podían presentar signos de cobardía y estimulaba a los más valientes.

El 3 de septiembre a la altura del río de Las Piedras, los Decididos son atacados por la vanguardia adversaria. Belgrano que espera una chance favorable, despliega su ejército en la margen del río haciendo abrir el fuego de artillería, lo que hace retroceder a los realistas de la avanzada.

Los patriotas persiguen a los españoles, tomando prisioneros y matando algunos combatientes. Una partida de paisanos al mando del Capitán Figueroa logra apresar al Jefe, Coronel Huici, al portaestandartes y al capellán.

La victoria de Las Piedras tuvo tal repercusión favorable en los alicaídos ánimos del ejército patrio, que merecería su inclusión en la letra del himno nacional.

Antes de su arribo a Tucumán nuestro General destaca a Juan Ramón Balcarce con la orden de convocar a las milicias para así reclutar un cuerpo de caballería. Sin más armas que unas lanzas improvisadas, Balcarce organiza una fuerza de 400 hombres, punto de partida de la caballería gaucha que hará su aparición por primera vez en una batalla campal, allí  en Tucumán.

Durante su marcha, Belgrano recibe una vez más la orden perentoria del Triunvirato de continuar retirándose hasta Córdoba, lo que; de ser hecho;  hubiera dejado libradas a su suerte a las provincias del noroeste.

 Nuestro General contesta que presentará batalla porque lo considera indispensable. En virtud de ello, requiere la ayuda del pueblo de Tucumán y la recibe a través del esfuerzo de tradicionales familias quienes ofrecen el doble de lo solicitado para que nuestro ejército los protegiera en circunstancias tan dramáticas.

En consideración a la situación política y militar y a que los tucumanos estaban dispuestos a morir antes que a entregar su tierra, Belgrano resuelve permanecer en Tucumán, lo que sin dudas iría a salvar la Revolución; ya gravemente comprometida por la ocupación de Salta.

No sólo no era ayudado materialmente, ni siquiera le era brindado el necesario apoyo moral. Al contrario; era amenazado con graves cargos de responsabilidad. Pero como ya lo expresaba Cervantes, la acción esforzada es propia de los seres superiores.

El General Belgrano era uno de ellos.

Estos hechos trascendentales de nuestra historia están documentados en el proceso llevado a cabo contra el Triunvirato, después de la Revolución de 1812. Allí consta que en horario totalmente fuera de despacho, Rivadavia mandó a firmar la orden que le dirigiera a Belgrano, a la casa particular de cada uno de los triunviros.

Pueyrredón la firma de inmediato, pero Chiclana contestó por escrito que ordenar la retirada en esa situación, era lo mismo que entregar el ejército patrio al enemigo.

Llega el 24 de septiembre y con el; las armas del Rey de España a la noble Tucumán, punto más austral al que habrían de llegar los ejércitos realistas del Perú en toda la guerra de la independencia, y por única e inolvidable vez.

La confrontación no involucrará solamente su expresión física: la fuerza, el empeño, las habilidades y destrezas de los combatientes, sino que implicará también las personalidades y el carácter de sus comandantes.

Cuantas enseñanzas nos dejará la batalla de Tucumán al observar las actitudes de sus comandantes.

 Pío Tristán, no intimidado por el resultado de Las Piedras, procura finalizar su excursión militar con una victoria campal.

¡Cómo no habría de triunfar con un ejército de 3000 hombres, que bajaba victorioso desde Huaqui con regimientos como el Real de Lima, el de Fernando VII, el de Arequipa, el de Abancay y los de Tinta, Paruro, Cochabamba, Chichas y Tarija!

El ejército patrio estaba conformado por dos alas de caballería, la derecha al mando de Juan Ramón Balcarce, la izquierda del Comandante Bernaldes Palledo, ambas alas armadas de lazos, cuchillos, puñales y boleadoras. La infantería; en el centro del ataque; comandada por el Capitán Forest y los Comandantes Warnes y Superí. La reserva al mando de Moldes y Dorrego que eran de los pocos militares de escuela de aquella época.

La artillería, estaba comandada por el Barón de Holmberg, uno de los consejeros del General Belgrano.

La caballería española huyó ante el ataque de la caballería gaucha que dando espantosos alaridos y golpeando sus guardamontes producían un ruido impresionante en el fragor de la batalla. La infantería realista, al ver descubierto uno de sus flancos, se desordenó por completo, dando así lugar al avance de la infantería patriota.

Contribuyó al pánico de los españoles un fuerte viento proveniente del sur levantando gran cantidad de polvo, sumado ello a una manga de langostas que oscureció por completo el cielo, y que, escapando del viento, se lanzaban en picada haciendo secos impactos en los rostros y en el cuerpo de los combatientes lo que les hizo suponer que estaban recibiendo impactos de bala.

Batiéndose en retirada el ejército español; apareció a la cabeza de la caballería patriota el Coronel Balcarce dando vivas a la patria en señal de triunfo.

Mientras tanto los españoles habían triunfado en su ala derecha, lo que dió lugar a una gran confusión sobre el resultado final de la lucha. Ensoberbecido por la victoria de su ala derecha Tristán intima rendición de la plaza de Tucumán, amenazando con prender fuego a la ciudad si no se rendía, en cambio, si así lo hicieran el ejército se retiraría con los honores de guerra.

Damos por recordada la respuesta de Diaz Vélez.

Tristán rearma su ejército a una legua del campo de las carreras y presenta nuevamente combate. Ante ello, los criollos se repliegan hacia Tucumán al mando de Dorrego y Diaz Vélez llevando a cabo una  maniobra de gran valor táctico, que aseguró el triunfo patriota.
El día 26 el resto del ejército godo emprendía camino hacia Salta; lugar éste; donde le esperaría la derrota definitiva.
Ante la victoria de Tucumán, Salta se subleva en armas al mando del General Alvarez de Arenales, las vanguardias de Belgrano ingresaban en las tierras de Güemes al mando de Diaz Velez y otras llegaban hasta Jujuy al mando del Capitán Zelaya. Desde entonces Tucumán fue llamada el sepulcro de la tiranía.
Es la batalla providencial de nuestra historia. Debido a esta gloriosa batalla y a sus trascendentales consecuencias, la Revolución de Mayo fue el único movimiento emancipador nunca vencido en las Américas.
Si nuestro general hubiera obedecido las órdenes del gobierno central, podía haberse perdido todo el norte argentino como se perdió el Alto Perú, y los españoles valiéndose de la desmoralización de las provincias, hubiesen podido formar un ejército aún mayor y llegar a Buenos Aires, con lo cual la empresa Sanmartiniana no hubiera podido ser llevada a cabo.
Gloria eterna  a los vencedores de Tucumán, Gloria eterna a éste gran Padre de nuestra Patria, el General Don Manuel Belgrano.


Muchas Gracias.-

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